10 de agosto de 2012

15a. Reunión de 2012



En la sesión, como se había planeado, se leyó la hermenéutica textual de la Introducción del libro La seducción de la barbarie, que iba a cargo del Director del semillero Juan Cepeda H. quien inicia su relatoría contextualizándonos que en 1953 Rodolfo Kusch publica su primera obra. Además llama la atención en la negación con que inicia la Introducción, pues justamente en su primera obra Kusch empieza negando, y después, como ya sabemos, va a publicar La negación en el pensamiento popular, es decir, que ya desde el inicio su obra está marcada por ésta. Después, Juan nos habla sobre aquella imagen de un hombre mirando por la ventana de un café a los transeúntes que van pasando por la calle, y la experiencia existencial que esto conlleva, y el abismo que se abre en medio de ello, por la distancia que se siente pesadamente con aquello que es citadino y a la vez ficticio. Y en ese sentimiento pesado, en esa desazón primaria se presenta una auténtica y negativa integridad. Y aquí observamos cómo Kusch apalabra explícitamente lo referente a lo negativo. Ahora bien, quien participa de la verdad de ficción de la ciudad y la verdad de naturaleza demoniaca es el continente mestizo o Latinoamérica. Interpreta Juan que debido a ello los latinoamericanos hacen y no hacen, creen y no creen. Y el sentido de esta forma de ser se encuentra justamente en lo vegetal.

En el semillero se discutió, primero, el concepto de ficción con el que Kusch caracterizaba a la ciudad, y nos preguntábamos si ¿acaso para el mestizo aquello que corresponde a la ciudad es puramente ficción? O si más bien no habría que revaluar el concepto de ficción, pues aquello que se vive en la ciudad también hace parte de su forma de ser. Por otra parte, se habló de ese “creer y no creer, hacer y no hacer”, que en la introducción no lo dice como tal, pero que según explicó Juan sí se puede ver en otra de sus obras, cuando habla del indio que en la montaña pareciera no hacer nada para el citadino, pero para el indio ese no hacer sí es un hacer: la contemplación del indio, el estar pensando en su naturaleza lo hacen estar haciéndose. Igualmente, ese “hacer y no hacer, creer y no creer” puede ser despectivo en el sentido de que en ocasiones hacemos aquello que la ciudad nos inventa y que no necesitamos, como una casa más grande de la que ya tenemos, por ejemplo. Sin embargo, quedamos en lo concerniente a este punto mirar si dentro de la obra Kusch lo responde o justifica.

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